El tiempo siempre corre, más aún
para un joven adolescente enamorado que vive su primer mes junto a la persona
que ama.
Estaba pensando hace una semana
que podía hacer para impresionarla y demostrarle que la amaba profundamente.
Los chocolates, las flores y cartas, ya no eran viables porque casi a diario lo
había hecho en todos los colores, formas y tamaños, hasta que al pasar por una
plaza vio pintadas las iníciales de dos personas dentro de un corazón, entonces
supo que era lo que tenía que hacer, justamente caía día sábado la celebración,
entonces fue pensando que escribir y donde hacerlo.
Se levantó muy temprano y como
sabía que la pintura se borraría con el paso del tiempo, buscó una para que eso
no ocurriera, se le ocurrió sacar prestado de las herramientas de su padre un
formón, lo devolvería cuando ni siquiera pudieran darse cuenta. Y además elegir
un lugar que significara algo importante para ambos, entonces sin duda, iba a
utilizar el gran árbol del patio de su amigo aquel era el lugar indicado.
Primero, en esa casa se atrevió a pedirle pololeo y segundo, siempre pasaban
tiempo mucho tiempo allí.
Aquel patio era muy hermoso,
contaba con múltiples arboles y varias flores; además, de un huerto familiar
que la mamá de Francisco cuidaba con mucho esmero. En él existían dos
neumáticos colgados, que desde pequeños utilizaban como columpios.
Entonces decidió ir a la casa de
su amigo y pedir permiso.
- Aló- llamó muy fuerte y aunque
nervioso, estaba seguro de conseguir el consentimiento.
- Pasa, Rigo, estamos en la
cocina.
Caminó rápidamente y no pudo
evitar que la sangre se le viniera a la cara de golpe. En pleno, estaba la
familia de su amigo tomando desayuno.
-Siéntate mijito, ¿te sirvo
un té?
-Eh, no gracias, ya desayuné muy
temprano.
-¿Y a que se debe ser tan
madrugador, hoy? – Le pregunto entre risas el padre de su amigo.
-Hoy es un día muy especial y no
tengo tiempo que perder, sólo tengo hasta las 5 y media.
Todos rieron sin entender, hasta
que Francisco intervino. -Lo que pasa es que hoy cumple un mes con la Sofí. Por
un segundo se extinguieron las risas y comenzaron otra vez, sin darse cuenta él
también reía, sólo de los nervios que esto le causaba. Hasta que decidido,
comenzó a hablar...
-Necesito pedirle algo a ustedes,
por favor.
-¿Qué quieres?, ¿dinero?, ¿ropa?,
o ¿consejos?, le consultaron aleatoriamente cada uno de los integrantes de la
familia.
-No, no y no. Sólo que me dejen
tallar en el viejo roble de su patio.
-Ah, y, ¿qué harás?
-Un regalo especial para ella.
-Eres tan romántico, un pequeño
principito- Le dijo (quién) al suspirar largamente y guiñarle el ojo a su
esposo.
-Bueno, siendo así, puedes hacer
lo que quieras. Siempre que no sea dañino para el jardín está todo bien.
-Muchas gracias, sabía que podía
contar con ustedes, son una gran familia, mis tíos favoritos.
Muy alegre salió corriendo al
patio, pese a que eran las 10 de la
mañana, se encontraba luchando contra el tiempo, porque no quería perder ningún
detalle.
Comenzó lentamente a limpiar la
corteza del árbol y definir el tamaño del tallado que iba a hacer, aunque tenía
claro lo que iba a escribir necesitaba darle una linda forma y trataba de
recordar cada consejo que le había dado su padre anteriormente para lograr algo
hermoso.
Centímetro a centímetro y sin
descansar, estuvo por alrededor de tres horas escribiendo en aquel árbol, lo
que sentía por ella. Se negó a almorzar y no le importó estar a todo sol; todo
con tal de lograr tener lista la frase antes de esa tarde.
Además, le faltaba ir a su casa, arreglarse,
pasar a buscar a Sofía e ir al jardín de su amigo, estaba muy agradecido de la
cercanía que tenía en todo esto, sino su lucha con el tiempo sería peor.